Hogar, dulce hogar... a no ser, claro está, que alguien te amargue la estancia en tu propia casa.
Las posibilidades son muchas, pero una de las peores, sin duda, es ese garito infecto que tienes debajo de casa y te castiga con su música machacona a horas intempestivas. Lo peor no es el sonido, es la vibración que se transmite hacia arriba por los pilares y paredes del edificio hasta alcanzar tu dormitorio. Ahora mismo me encuentro escribiendo esta entrada en el blog mientras siento la vibración debajo de mis pies. ¡Aaaah! ¡qué maravilla! ¡qué sensación! no puedo describirlo con palabras... De hecho, anoche (era un jueves) no pude dormir hasta que el dichoso local terminó su rico repertorio a las 3 de la madrugada.
La desesperación y el nerviosismo que sentía hizo que mi cabeza maquinase varios remedios para poner fin a semejante tormento, algunos legales y otros, ilegales. Por el momento, voy a intentarlo con las acciones que quedan dentro de la legalidad. No voy a dar pistas aquí ya que el enemigo acecha y prefiero cogerle por sorpresa. Ya lo intenté por las buenas, y no funcionó, ahora toca atacar.
Las posibilidades son muchas, pero una de las peores, sin duda, es ese garito infecto que tienes debajo de casa y te castiga con su música machacona a horas intempestivas. Lo peor no es el sonido, es la vibración que se transmite hacia arriba por los pilares y paredes del edificio hasta alcanzar tu dormitorio. Ahora mismo me encuentro escribiendo esta entrada en el blog mientras siento la vibración debajo de mis pies. ¡Aaaah! ¡qué maravilla! ¡qué sensación! no puedo describirlo con palabras... De hecho, anoche (era un jueves) no pude dormir hasta que el dichoso local terminó su rico repertorio a las 3 de la madrugada.
La desesperación y el nerviosismo que sentía hizo que mi cabeza maquinase varios remedios para poner fin a semejante tormento, algunos legales y otros, ilegales. Por el momento, voy a intentarlo con las acciones que quedan dentro de la legalidad. No voy a dar pistas aquí ya que el enemigo acecha y prefiero cogerle por sorpresa. Ya lo intenté por las buenas, y no funcionó, ahora toca atacar.
En mi caso, este garito tiene nombre: "taberna inglesa". Se encuentra en la esquina del Paseo del Quince de Mayo y la calle de Eusebio Blasco, en Madrid. Ahí lo tienen, señoras y señores:
A pesar de las numerosas denuncias a la policía, el local no ha sido clausurado. Ahí está, ahí está viendo pasar el tiempo como la Puerta de Alcalá. Es curioso.
Pero a pesar de todo, no me resigno, sé que tengo derecho al descanso, sé que tengo razón y espero que noticias como estas hagan reaccionar al "garito infecto" y sobre todo a las autoridades, ya sea Policía Municipal, Área de Medio Ambiente del Ayto de Madrid o el juez que corresponda.
Mi objetivo es simple y legítimo: poder descansar. Para ello hay dos alternativas.
a) la taberna inglesa deja de hacer vibrar mi casa como un flan.
b) la taberna inglesa debe ser clausurada.
Como no puede ser de otra manera, no descansaré hasta conseguirlo.
¡Seguiremos informando!
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